Gene Sharp. El estratega de las revoluciones del siglo XXI

Académico norteamericano, impulsor de la no violencia como método de protesta popular, se reconoce la influencia de sus ideas en movimientos antiautoritarios de todo el mundo, de la primavera árabe y la caída de Milosevic en Serbia a la oposición venezolana, donde lo acusan de ser agente de la CIA.

Gene Sharp camina lento, con bastón y la espalda encorvada. Pocos asociarían la figura de este politólogo de 88 años, aficionado a las orquídeas, con el personaje que varios integrantes de gobiernos de izquierda de la región consideran el cerebro del «golpe suave», que propone cambiar los tanques por métodos más incruentos pero no menos eficaces de revolución política.

Su figura ocupó las páginas de los medios durante la primavera árabe y las denominadas «revoluciones de colores» en Europa del Este y las ex repúblicas soviéticas. En los últimos tiempos, al calor de la crisis venezolana, la cadena Telesur lo ha acusado de escribir manuales para organizar golpes. El ministro de Defensa boliviano, Reymi Ferreira, por su parte, escribió recientemente una columna titulada «Golpe suave» en la cual afirma que Sharp «propone sustituir los tanques por mentiras» para derribar gobiernos adversarios de EE.UU. Ferreira es uno de los impulsores de la Escuela antiimperialista «Juan José Torres» recientemente inaugurada en Bolivia, en la cual deberán completar cursos los militares. Hoy, quienes asocian los retrocesos de la izquierda en la región con las «acciones del Imperio» han vuelto a ver el fantasma de Sharp en hechos tan diversos como la derrota de Evo Morales en el referéndum del 21 de febrero pasado o en la crisis de Venezuela, que el gobierno denuncia como una «guerra económica» de la derecha.

Graduado en Oxford y condenado a dos años de prisión en 1953 por rehusarse a combatir en la Guerra de Corea, la vida de este politólogo está asociada al estudio de las técnicas del combate no violento. Y aunque escribió varios libros, su best seller es un breve manual titulado De la dictadura a la democracia (1993), cuyo contenido traspasó fronteras, fue traducido a decenas de lenguas y ha sido descargado miles de veces desde páginas de Internet alrededor del mundo. En 2011 los Hermanos Musulmanes egipcios colgaron en su página web una versión en árabe del pequeño libro de sólo 104 páginas. Sus textos fueron difundidos en Birmania, Serbia, Irán, Georgia, Ucrania, Egipto y Túnez.

El propio Sharp analizó de cerca el caso de las movilizaciones en la plaza de Tiananmén en 1989 para afinar sus análisis acerca de los problemas de falta de estrategia y de improvisación presentes en la frustrada lucha de los estudiantes chinos frente a los tanques. Sharp considera que, para ser exitosas, este tipo de acciones deben seguir una estrategia y a eso se abocó desde sus libros y desde la Albert Einstein Institution, fundada por él en 1983.

De Boston a la plaza Tahrir

«En 2009 comencé a filmar un documental sobre el impacto de la obra de Sharp, un viaje que me llevó desde el tranquilo tejado de su invernadero, a través de cuatro continentes, hasta la plaza Tahrir, donde dormí junto a los manifestantes que leían su obra a la luz de linternas y a la sombra de los tanques -dice Ruaridh Arrow en un artículo en la BBC -. Gene Sharp no es el Che Guevara, pero es posible que haya tenido más influencia que cualquier otro teórico político de su generación.»

En De la dictadura a la democracia, además de una serie de análisis sobre cómo emprender la lucha no violenta, pueden encontrarse 198 tácticas para volver efectivas esas estrategias, como construir símbolos o emplear colores que unifiquen a la gente para superar la atomización, utilizar carteles en inglés para maximizar la comunicación hacia el exterior, e impulsar acciones de desobediencia civil, organizar funerales simulados o boicots. La base de todo esto es que el poder no es monolítico y que si se identifican sus pilares, se puede lograr erosionar su base de apoyo en una suerte de «jiu-jitsu político».

Durante las protestas en El Cairo contra Hosni Mubarak a menudo circulaban las 198 estrategias, sin mencionar siquiera al autor ni el libro. Arrow escribió que cuando le señaló a un joven que esos métodos no violentos eran el trabajo de un académico estadounidense, el joven protestó enérgicamente y respondió: «Ésta es una revolución egipcia. Los estadounidenses no van a venir a decirnos qué hacer». En Irán los jueces se tomaron el trabajo de contar al menos 100 de los 198 métodos del politólogo de Boston en las protestas antigubernamentales de 2009, para acusar a los líderes de la «revolución verde» de complot. Por otro lado, resulta curioso que un libro supuestamente escrito «para armar golpes» esté tan abiertamente disponible que se puede descargar con sólo poner su título en Google.

Sharp considera que la no violencia es una verdadera lucha armada cuando se la emprende con estrategia. Según cuenta, el propio Einstein le envió un prólogo para su libro sobre Gandhi luego de un contacto epistolar.

«Combatimos con armas psicológicas, sociales, económicas y políticas», dice un aún joven Sharp en un discurso reproducido en el documental Cómo empezar una revolución. Y son las palabras «arma psicológica» la prueba, para sus críticos, de que sus acciones están al servicio de los intereses estadounidenses y de que él mismo es un agente del imperialismo e incluso de la CIA. Una animación propagandística difundida por la televisión iraní lo muestra conspirando en una ficticia reunión en la Casa Blanca; Hugo Chávez lo mencionó como uno de los enemigos de la Revolución Bolivariana y se refirió a su organización como una «pandilla de gringos». Por su parte, el canal ruso RT se preguntó: «¿Cómo se organizan los golpes de Estado en el siglo XXI?» y asoció las teorías de Sharp con las estrategias de la oposición venezolana.

Parte de las susceptibilidades respecto de Sharp se asocian a la presencia, como activista de la Albert Einstein, del coronel retirado Bob Helvey, un ex héroe de la guerra de Vietnam que, tras escuchar una conferencia de Sharp en la Universidad de Harvard hace ya varias décadas, se transformó en un promotor de la no violencia. Más recientemente asesoró al movimiento serbio Otpor! (¡Resistencia!) que lideró la campaña Gotov je (Está acabado) para expulsar del poder al presidente Slobodan Milosevic en 2000. Algunos lo consideran un movimiento de «exportación» de revoluciones de colores y es posible identificar ciertas influencias sobre el grupo opositor de derecha Juventud Activa Venezuela Unida (JAVU), que impulsó las protestas estudiantiles de 2007.

«Nosotros no trabajamos con la CIA ni tenemos conocimiento de sus actividades más allá de la información pública», responde a la nacion Jamila Raqib, directora ejecutiva de la Albert Einstein Institution y mano derecha de Sharp. Respecto del gobierno venezolano, agrega: «Nuestra institución no se encarga de evaluar en qué grado un gobierno es democrático o dictatorial, eso depende de las propias sociedades. Y si la gente decide que es necesario un cambio, depende de ella qué hacer. Somos una organización académica que se focaliza en la realización de investigaciones y en poner a disposición sus resultados lo más ampliamente posible para que quienes estén interesados puedan acceder a ellos. Nosotros estamos en contra de la intervención militar extranjera en situaciones de conflicto en cualquier lugar del mundo», aclara.

En 2008, frente a las acusaciones de connivencia con la CIA, Sharp recibió el apoyo de un grupo de intelectuales progresistas, entre ellos el lingüista Noam Chomsky y el historiador socialista Howard Zinn, quienes firmaron una carta abierta en apoyo de Sharp y la acción estratégica no violenta. Allí exculpan a la Albert Einstein Institution de compartir su agenda con la National Endowment for Democracy o el International Republican Institute y afirman que «los críticos confunden la disposición de la Albert Einstein Institution de proveer información genérica sobre la historia y las dinámicas de la acción estratégica no violenta con los nefastos esfuerzos del gobierno estadounidense de subversión contra los gobiernos extranjeros que sostienen posturas de crítica frente a los propósitos hegemónicos de EE.UU. y a las políticas económicas neoliberales».

¿Es funcional el trabajo de Sharp al soft power estadounidense? Un sí podría estar asociado a que la «lucha por la democracia» fue históricamente inherente a la construcción del discurso anticomunista de la Casa Blanca y formó parte de la estrategia contra sus adversarios (aunque muchas dictaduras tuvieran y tengan su apoyo explícito: baste mencionar la de Arabia Saudita). Un no se justifica en que los métodos de acción no violenta -disponibles en la web- se pueden usar en diversos escenarios y frente a gobiernos de diferente signo, como lo muestra una carta dirigida a Sharp por parte de jóvenes mexicanos que denunciaron fraude electoral en 2012.

Mientras tanto, Sharp sigue los vaivenes del mundo desde su bucólico invernadero de orquídeas y entre los papeles de su oficina. Quizás él también cuente -como los policías iraníes- cuántos de sus métodos son utilizados alrededor del mundo por quienes no conocen su rostro ni podrían pronunciar su nombre.

Derrocamiento de Gobiernos en cinco pasos

Los ‘golpes suaves’ de Estado se desarrollarían en cinco etapas:

Primera etapa: Consistiría en llevar a cabo acciones para generar y promocionar un clima de malestar. Entre dichas acciones destacan la realización de «denuncias de corrupción y la promoción de intrigas», señalan los expertos.

Segunda etapa: Se procedería a desarrollar intensas campañas en defensa de la libertad de prensa y de los derechos humanos acompañadas de acusaciones de totalitarismo contra el Gobierno en el poder.

Tercera etapa: Esta fase se centraría en la lucha activa por reivindicaciones políticas y sociales y en la promoción de manifestaciones y protestas violentas, amenazando las instituciones.

Cuarta etapa: En este punto se llevarían a cabo operaciones de guerra psicológica y desestabilización del Gobierno, creando un clima de «ingobernabilidad».

Quinta etapa: La fase final tendría por objeto forzar la renuncia del presidente mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones, mientras se mantiene la presión en la calle. Paralelamente se va preparando el terreno para una intervención militar, mientras se desarrolla una guerra civil prolongada y se logra el aislamiento internacional del país.

La «violencia no es tan eficiente», opina Sharp, dado que el poder no es monolítico y que «en los Gobiernos, si el sujeto no obedece, los líderes no tienen poder».

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